El Taller como obra de arte
Nave Sixtina
El taller del escultor o el estudio del pintor, o viceversa, según Ángel González García (historiador de Arte y director de distintas tesis en la Universidad Complutense de Madrid), en su trabajo titulado “La zanja luminosa”, apunta:” es decir la palabra –taller- y todo se pone en marcha”. En mi opinión hace falta algo más que invocar la palabra taller para que todo se ponga en marcha, salvo que le demos a la expresión un carácter poético, que entiendo es lo que pretende en su libro y que en mi opinión lo consigue, a veces.
En ese ámbito de lo poético, si podríamos decir que el taller nunca deja de estar encantado, habitado por ese halo de “musas” gloriosas, feas, atormentadas, desvariadas, etc.… esa especie de espacio que hay entre el artista que lo habita o habitó y el que lo visita. Esa industria del sueño que hablaba André Bretón; la factoría, el laboratorio de las alegrías y los miedos, el sitio donde Picasso no buscaba si no que encontraba.
El taller se convierte en una performance continua, cuando como Brancusi se resiste a desembarazarse de piezas sueltas y convierte en una obra completa su propio taller, haciendo del espacio del taller un sitio para la contemplación. No en vano Georges Duthuit (especialista en arte y arqueología antigua, en arte bizantino y copto en particular) le llegó a llamar “santuario”, supongo que con connotaciones no precisamente divinas.
Podría dar la impresión de que el estudio de Brancusi era una cápsula perdida en el tiempo, una casa intima, un cerco de todas sus energías y un privilegio para quien podía entrar en ese juego del paso agitado y lento del tiempo.
El taller poético de las manos y de la boca, el taller de la luz y de la nieve; esa luz que verdaderamente ilumina, extremo casi místico que utiliza Brancusi, cuando termina diciendo “luz que va a la luz, luz claramente visible”.
¿Buscamos marcos “incomparables” para que el proceso creativo sea más fecundo?
Depende de tantas circunstancias, que a menudo el marco espaciotemporal en el que viven las personas creativas tienen consecuencias que pasan inadvertidas.
Estar en el sitio oportuno en todos los órdenes de la vida, no cabe duda de que facilita seguramente mucho ciertas cosas, refiriéndonos al ámbito más prosaico. Circunstancias que en muchas ocasiones somos incapaces de alterar, por razones obvias. Pero sin embargo lo que quizá si es posible, es hacernos con ambientes de cierta densidad e interacción que nos proporcione más ilusión y mayor efervescencia de ideas.
Es posible que sea verdad, que la atmósfera donde trabajas determine mucho el resultado del trabajo, pero también es cierto que no hay una receta para decidir qué lugar es más adecuado para el desarrollo de la creatividad.
Porque, siendo muy pragmático, deberíamos apostar por la tesis de que no hay factores exteriores que la determinen , sino que está la libre determinación de la persona de hacer lo que debe hacer, y en este caso sí que no tengo que recurrir a ningún ejemplo, pues las circunstancias y mi forma de pensar me han llevado a tomar decisiones enfocadas taxativamente a convivir con el fluir , en la creencia de que el entorno físico no afecta tan profundamente a nuestros pensamiento si te encuentras abierto a conocer gentes distintas a ti, culturas alejadas a tu entorno, estudio diverso de distintas disciplinas, etc.
Cuando paseo, cuando conduzco, cuando sentado contemplo el mar, el cielo, la naturaleza en definitiva, siento una relación estrecha con la creatividad y aprovecho un posible problema para transformarlo en virtud. En mi opinión, lo importante es; tener un espacio especial hecho a la medida de las propias necesidades, donde uno se sienta a gusto y tenga el mando.
Es lo que yo he dado en llamar volver a mi útero.
El taller espeso de polvo sobre el color, de angustia sobre los folios por escribir o por rallar, el útero donde me encuentro todos los días viendo pasar los rayos del sol que se posan sobre la multitud infinita de capas de colores y sobre el negro pelo de mi perro y compañero Isidro, los gotazos le hacen un ser más pop. Así es mi taller:
Jesús López García.
Albacete, Junio de 2015
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