La edificación de esta iglesia, producto de los estudios previos reflejados en los distintos planos y dibujos de la época, se inicia en 1568. La obra que se nos propone en este caso es la planta de la misma que al igual que el resto de la iglesia se proyecta según las propuestas desarrolladas en el Concilio de Trento. Evidentemente se trata de la planta de un edificio de uso religioso, es más; el sitio elegido para su construcción, monte Capitolio de Roma elevado sobre una plataforma, parece acentuar aún más ese carácter alejado de lo terrenal, aparte de ser la referencia de la orden de los jesuitas y ejemplo para próximas construcciones de este calado. La planta ya nos da una idea de la magnificencia de lo que se ha de levantar posteriormente sobre la idea de Jacome Barizzi da Vignola, que continuara Giacomo della Porta, pues Vignola morirá antes de verse ultimada la obra. Aunque visualizando la planta simplificadamente parezca una planta rectangular, al exterior se puede observar que se trata de una planta de cruz latina e incluso en el mismo plano, vemos una arquitectura revolucionaria (combinación de una planta longitudinal gótica y una central renacentista combinado con el manierismo del autor), la nave central está flanqueada por capillas laterales que hacen la “función” de naves laterales, y las naves transversales (capilla de San Ignacio y San Fco. Javier respectivamente) incluidas también en el recinto se asemejan a una planta basilical desde el punto de vista arquitectónico y desde el punto de vista de la orden que la encarga hace que las capillas alberguen altares e imágenes que promociona la contrarreforma. Estas capillas conforman un juego de luces en penumbra que favorecen la oración y el recogimiento y dan salida a la amplia nave central. El transepto que no sobresale invita a imaginar la gran bóveda de cañón sostenida por contrafuertes que deja entrar un gran efecto luminoso yendo de más a menos; pasando por el altar, la nave central y la penumbra de las capillas, estas enmarcadas por pilastras. En la cabecera, separada por una escalinata marcando el espacio sagrado, un ábside semicircular que se alzará con una bóveda de horno. En el plano se observa la robustez del arranque de los contrafuertes y de todo el muro que compone la obra completa. La planta central o centralizada es una simbología porque se potencia el crucero y por ende la cúpula, los brazos del crucero son más pequeños, este se ve alineado y es importante porque los brazos continúan el espacio generado antes, si fueran más largos no cumplirían el objetivo que tiene la orden jesuítica que no es otro que no “perderse”, es decir; existe una continuación del espacio, no hay fractura (como en algunas catedrales españolas ubicando el coro y altar en el centro de la nave) que continua en un presbiterio profundo, evitando los tres primeros tramos de la nave se asemeja al plano de una cruz griega, o lo que podría ser lo mismo, como antes he intentado decir; se une la idea de planta centralizada con la longitudinal). Una sola nave para unir a la asamblea (carácter “propagandístico”), la eucaristía es administrada desde el altar, existe la necesidad de que sea una gran eucaristía (San Carlo Borromeo), a ambos lados del altar dos coros. A los pies se encuentra la entrada a la iglesia que se puede practicar por tres puertas, una central más grande y que determina la axialidad de la nave hasta el altar mayor ubicado dentro del ábside, y dos laterales que la flanquean más pequeñas, y como antesala al templo una gran escalinata en el exterior del mismo. Para terminar decir; que los propósitos de la orden se cumplen con ésta, la primera iglesia Jesuítica; un amplio salón sin columnas que permite ver el altar desde cualquier punto, recibiendo de la cúpula del crucero gran luminosidad para el “alarde” de las ceremonias.
Bibliografía: Enciclopedia de la Historia del Arte Planeta, National Geographic, historia.
http://temasycomentariosartepaeg.blogspot.com.es/p/blog-page_291.html
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