Hacer un resumen, en poco tiempo, en poco espacio sobre la obra extensa, prolija y densa de Robert Hugues:“El impacto de lo nuevo”, se hace más bien complicado, no obstante quizá usando su misma forma estructural a la hora de contar las cosas que han ido ocurriendo en lo que se ha dado en llamar “ARTE MODERNO” puede ser una forma a modo de resumen que para sobrevolar su obra puede valer como síntesis, sus propios apartamentos estancos son parte de la historia. Como el bien dice no hace un estudio cronológico de esta época, sino que aborda ocho temas cruciales para entender la evolución artística del siglo XX. “El paraíso mecánico” sería el primero; el mundo ha ido evolucionando con una carencia propia de cada época, pero concretamente el periodo al que se refiere Hugues, no cabe duda que hasta ese momento no había surgido una explosión de desarrollo tan vertiginosa como en otros momentos de la historia, como argumentaba Péguy  “el mundo ha cambiado en treinta años más que desde los tiempos de Jesucristo”. Coincidiendo con el aniversario de la revolución Francesa  Eiffel, tiene la oportunidad de demostrar su talento y lo demuestra con creces construyendo la torre que lleva su nombre y que es el exponente más claro de la Modernidad desde principio de siglo a nuestros días.

Figuras que Hughes asocia a ese paraíso mecánico, son Picasso, Braque, Juan Gris, Fernan Leguer, Delanuay  (el trabajador de la torre), Marinetti, Balla, Francis Picabea, Marcell Duchanmp, etc…

Hugues, con su segundo capítulo “Las caras del poder”, nos adentra en sus primeras páginas y después profundiza sobre el horror de la guerra, el poder de los descerebrados y por hacerlo más gráfico la ausencia de los que podían haber sido y no fueron, se adentra en el arte Dada, en las revoluciones y contrarrevoluciones, en los movimientos asociados a esas revoluciones, en las descabelladas ideas de algunos, destaca como artistas  a Max Ernst, Otto Dix, Malevich (suprematismo), Tathin, Arruman, Kotisky, Rodchenko, Marineti, Picasso ; con una obra que marca políticamente un hito.

Con “El paisaje del placer” Hughes, nos hace ver que hay una época que los artistas no utilizan la protesta, ni el sarcasmo, ni la controversia política , para hacer llegar su arte, si no que se apoyan en la naturaleza en el brillo de la luz en el color intenso, para llegar de forma placentera al espectador, y no hace más que describir la vida de forma esquemática y la obra un poco más profundamente de autores como Manet, Degas Rendir, Monet  (el impresionista), Saurat, Cezanen, Gaugin, Matisse (fauvismo), Picasso.

Ese Paisaje del placer, desemboca de bruces en un cuarto capítulo que despierta los “Problemas en la Utopía”, como casi todos los movimiento han estado envueltos de ese halo utópico de cambiar la sociedad y  la humanidad a través del arte, nuestros abuelos como dice Hugues no estuvieron al margen de esa pretensión, y fueron más allá , querían hacer utopía no de la pintura, ni de la escultura, hablaron de la fantasía de las ciudades y de los edificios que las componían y por ende del cambio social que eso experimentaría en las sociedades de la época, hablaron de auténticas revoluciones y uno de los arquitectos que fue a la cabeza, fue Le Corbusier (El cuervo); cuando los urbanistas intenta convertir las ciudades vivas en utopías, lo que hacen es empeorarlas. Otro de los destacados utópicos de la arquitectura fue Walter Gropius, Ludwig Mies van der Rohe, Sullivan, Ludwing, paralelamente a estas ideas como las de Le Corbusier, ideas robustas, imperiales, fantásticas, minimalistas surge el propio minimalismo, figura destacada del mismo Mondrian. Cuando Hugues resuelve de forma objetiva y con los pies en la tierra, (haciendo críticas directas a la obra del gran maestro Le Corbusier por ejemplo), el problema de la utopía nos introduce en “El umbral de la Libertad”, el concepto de libertad es una bandera de todos los movimientos que se precien de serlo, y uno de los abanderados  del siglo pasado sin lugar a dudas fue el surrealismo, lejos de creer en la tecnología utópica. Podríamos decir, para entendernos, que el surrealismo en lugar de salvar a el mundo como otros movimientos lo que quiere es salvar a la gente, uno de sus profetas Andre Breton ya decía que “el arte no solo tiene el poder, sino el deber de cambiar la vida”, otros filósofos de la época hicieron su teorías al respecto como Apolinaire, otros personajes destacados de este movimiento como Jean Cocteau, Erick Satie, Max Ernet, Arnos Bockiln, Chirico, Miro, Gaudí, Dalí, René Magritte; (esto no es una pipa), Picasso, Giacometti. Uniendo una frase que utiliza Hugues en este apartado que dijo Breton  “el sueño de la razón produce monstruos”, nos lleva a la sexta estación que es “LA VISION DEL VACIO”, o lo que es lo mismo para Hugues, los grandes temas de la pintura romántica , la búsqueda de imágenes de aquellos estados de ánimo, que existen más allá del control de la conciencia, cuando Dios murió y surge por ejemplo “la gran lucidez” de Van Gogh, uno de los grandes sacrificados y chivo expiatorio del materialismo, ¿dónde está la búsqueda del vació si no es en los cuadros de Edvard Munch?, la soledad , la amargura , la represión, la oscuridad, que contrasta en alguna medida con los paisajes de los cafés de Toulous-Lautrec, en ese túnel del vació posiciona a Osckar Loloschka, a Max Bechmann, a Kooning, y como no a Francis Bacon, a Kandinsky, a Constantin Brâncuși, al expresionismo abstracto, de mi admirado  Jachson Pollok.

Esa metáfora del vacío nos hace ingresar  en “La Cultura como Naturaleza”, y sacando a colación de nuevo a nuestros abuelos, que disfrutaban de forma directa del estado del tiempo, de la luz, del paso de las estaciones, etc. Este desarrollo frenético ha reemplazado la naturaleza por la cultura de la congestión, la cultura de las ciudades y de los medios de comunicación por llamarles de alguna manera, yo les llamaría la perversión de la comunicación. Estamos empujados por la prisa, por la angustia, por lo que llaman “stress”, todo ello ha hecho que en alguna medida también haya cambiado nuestro arte y así las cosas, el problema para el arte seguramente era; como sobrevivir y Hugues menciona a varios artistas que hacen que ese arte no naufrague, a su modo de entender uno de ellos es Joseph Stella, interesado por la jerga de las calles, Charles Demuth igualmente urbano, y más urbano si cabe con sus marcas de supermercado Stuart Davis. Jasper Johns. En la misma onda Hamilton. Y como rey del Marquetink  Andy Warhol, importante obra por parte de Oldenburg utilizando proporciones gigantescas para sus obras con objetos cotidianos (ejemplo: una pinza).

Y para terminar paradójicamente y como un epilogo “El futuro que fue”

Los años sesenta – dice Hugues, es una época que provoca pocas nostalgias, no fue una época de movimientos, más bien en los años ochenta es cuando de alguna manera rebrotan algunos movimientos con la cultura del reciclaje. Los ismos ya  no son lo  que eran, solo sirven para algunos marchantes, solo en alemania brilla de forma propia Joseph Beuys, autor respetado y controvertido inicia un periplo casi mundial haciendo instalaciones y casi obras de teatro. Junto a él otro instalador Carl Andre, Serra,  Maya Lin, Robert Smithson, con sus instalaciones gigantescas en terrenos naturales, Wlater de Maria, o Philip Guston.

 

Me atrevería hacer una síntesis del  resumen valga del redundancia , estableciendo un puente entre antípodas de la obra de Hugues, es decir haciendo un vuelo ojo de pájaro de todo lo dicho y haciendo ese puente entre los artistas Manet y Joseph Beuys, dos artistas que forman un paréntesis que contiene todo lo dicho por Hugues, Manet un pintor “radical” entre el realismo y el impresionismo , un pintor de la vida “moderna” y Joseph Beuys otro artista radical (más que radical, me atrevería a decir)  que lanzó una reflexión , que en mi opinión todavía conserva el debate – que no es otra que; “todo ser humano es un artista y cada acción una obra de arte”. Complicado asumir esta aseveración, pues si Platón y Aristóteles no tenían ideas paralelas sobre el arte o la belleza, es un poco pretencioso decir que cada acción es una obra de arte, por mucho que lo diga Beuys.

 

Jesús López García.

Albacete, Julio de 2015.

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